Una de las características de muchos movimientos encabezados por
élites urbanas que intentan imponer sus conclusiones prejuiciosas y
acientíficas a la inmensa mayoría de la población, que usualmente
no las apoya, es la referencia a “mirá lo que hace Alemania”.
Siendo que el país más poderoso del mundo, en armas y economía,
está liderado por un soberano idiota, y que Berlín es el lugar cool
al que hay que ir en Europa, es entendible que se busque tal ideal en
tierras teutonas. Pero, como muchas cosas propuestas desde esos
minúsculos pero ruidosos grupos de élites urbanas, el análisis
deja mucho que desear y se basa mucho en noticias de diarios (cuando
no sólo en los títulos).
Alemania es un ejemplo en algunas cosas,
pero, es un modelo a seguir para un país como el nuestro? Cuando
estos grupos hablan de Alemania como ejemplo, de qué están hablando
realmente? Veamos algunas características de Alemania, que son parte
del paquete total de ese país.
Si bien el artículo 5 de la Constitución alemana garantiza la
libertad de expresión, materiales que son catalogados como
anticonstitucionales no pueden ser publicados, o sea censurados en
forma previa. Aunque el común de la gente tiende a pensar que eso
sólo se aplica a material nazi y negatorio del Holocausto, eso es
incorrecto. Es el Estado el que decide a que se aplica y, sólo como
ejemplo transpolándolo a nuestro país como se pretende en otras
cuestiones, siendo que la Constitución Argentina dice en su artículo
22 que “[e]l pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus
representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda
fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del
pueblo y peticione a nombre de éste, comete el delito de sedición”,
si siguiéramos el ejemplo alemán, cualquier grupo que sin ser
elegido peticione a nombre del pueblo podría encontrarse con que sus
publicaciones serían prohibidas de antemano, pero por suerte no
estamos en Alemania.
El pueblo alemán eligió, allá por 1933, a un Canciller (un
primer ministro) que transformó Alemania en una puntillosa y
eficiente máquina de hacer la guerra y matar gente porque sí. Ese
trastornado hombrecito no lo hizo sólo; contó con la colaboración
activa de una gran parte de la población. Sin embargo, al final de
la Segunda Guerra Mundial, se decidió que sólo los jerarcas de esa
locura colectiva sean juzgados y el resto de quienes habían
asesinado, torturado y apoyado siguieron con sus vidas. Tanto fue así
que, casualmente, el anterior líder de la Iglesia Católica global,
el Papa Benedicto XVI, era alemán y ex miembro de las Juventudes
Nazis (aclaremos que su activa participación en el ocultamiento de
curas pedófilos no tiene nada que ver con su nacionalidad sino con
la institución que dirigía) . En Argentina, decidimos que hay ciertos
tipo de delitos para los que la jerarquía y las órdenes no son una
excusa, y juzgamos y estamos juzgando a todos los que participaron de
delitos de lesa humanidad. Por suerte no estamos en Alemania.
En Alemania las manifestaciones públicas están, teóricamente
permitidas, pero necesitan ser comunicadas con antelación a las
autoridades y éstas pueden prohibirlas si pertuban la seguridad
pública o el orden. Si en Alemania un minúsculo grupo decidiera
autoproclamarse representantes de alguien y estuviera demostrando su espíritu
democrático manifestándose hasta las cinco de la mañana para,
explícitamente, molestar a quienes han sido invitados por las
autoridades electas de una provincia (y a todo el resto de quienes
intentaban dormir a varias cuadras a la redonda), en Alemania la
policía hubiera aplicado el mismo método que aplicó en Frankfurt
durante la última reunión del G20, palos y prisión, pero por
suerte no estamos en Alemania.
Pero es cuando uno entra en temas específicos que se ve
patentemente el prejuicio y la acientificidad de ciertas posturas. En
cuanto a energía nuclear se refiere, la postura de Alemania está
lejos de ser “limpia”.
No se puede no empezar por decir que en territorio alemán, en las
bases aéreas de Büchel
and Ramstein,
se encuentran 60 bombas nucleares norteamericanas (sí, bombas
nucleares) tipo B61 con capacidades máximas de 340 kilotones, o sea,
cada una con un poder máximo de 22 veces el poder explosivo de la
bomba que explotó sobre Hiroshima. Argentina, teniendo la capacidad
científica para producir sus propias bombas nucleares, no lo ha
hecho ni ha aceptado extranjeras. Por suerte no estamos en Alemania.
Con respecto al uso pacífico de la energía nuclear, siendo el
país en donde casi todos los estudios teóricos y prácticos dieron
lugar a la existencia de la energía nuclear producida por el hombre
(energía nuclear en la naturaleza abunda, en caso de duda, miren
para arriba y vean un super reactor de fusión nuclear que nos da
calor, luz y radiación desde hace miles de años), no es soprendente que,
siguiendo con esto que no a todos los nazis los juzgaron, haya tenido
un gran desarrollo nuclear. Durante su época de desarrollo, Alemania
triplicó su ingreso per cápita, ajustado por población a precios
de 1990, entre el año 1960 y el año 2000, el país teutón llegó a
producir más del 30% del total en energía nuclear, sin contar la
energía que importaba de Francia, donde la producción nuclear llegó
a alcanzar casi el 80%. Ahora, siendo un país hiperdesarrollado, y
luego del “accidente nuclear” de Fukushima (que produjo 0
fatalidades, siendo que los casi 20.000 muertos fueron producidos por
una tsunami y habrían muerto aún si la energía de la zona se
produjera con las bicicletas de los gimnasios), decidió, por
seguridad, desmantelar sus plantas nucleares...en serio? Veamos.
En el año 1986 ocurrió el peor accidente nuclear de la historia,
en la ciudad ucraniana de Chernobyl. Usando una tecnología que ahora
está prohibida y por acciones no autorizadas de un grupo de
operarios, se produjo el accidente del que todos hablan y que
produjo, hasta ahora 52 muertos directos. Chernobyl está a 850
kilómetros de la frontera alemana pero, más allá de las usuales
protestas, parte de las cuales fueron reprimidas, Alemania no cambió
en ese momento su política nuclear. Luego, cuando una tsunami crea
una situación en una planta que está 9.250 kms y que produce cero
muertos, de golpe Alemania teme por su seguridad nuclear (debe ser
por la cantidad de tsunamis que hay en el centro de Europa). Cuando
la gente repite eso soprende por la ingenuidad (o la intención de
ocultar la verdad). La decisión Alemana tiene poco que ver con
cuestiones ambientales, ya que el costo financiero y ambiental de
cambiar de energía nuclear para Alemania es monstruoso . Una
noticia, muy usada por quienes se oponen a la energía nuclear (para
aquellos que replican noticias que creen que significan una cosa, es
recomendable leer todo el contenido del artículo, no sólo el
título), da cuenta que “[e]l país europeo tiene un plan para
convertir todas estas fuentes de energía en proceso de
desmantelación en fuentes de energía renovable como la eólica,
solar o biomasa, además de otras contaminantes como el carbón. El
presupuesto previsto para este cambio energético está estimado en
un trillón de euros en total, aproximadamente unos
20 billones anuales necesarios para rellenar este hueco
energético.
Por si esto fuera poco, el incremento del uso del carbón
está produciendo un aumento no solo del dióxido de carbono sino de
la radioactividad, ya que la ceniza de este elemento es aún
más radioactiva que los residuos de una central nuclear, según
informa la revista Scientific
American. El carbón contiene uranio y torio que, al convertirse
en ceniza, multiplican sus niveles por diez. Debido al cierre de
plantas, el carbón ha aumentado su uso un 44% en Alemania,
produciendo 28 millones de toneladas de CO2 por todo el
país cada año desde que se aprobara el plan”.
By Bundesarchiv, Bild 183-R97782 |
Entonces, la verdad parece estar en que el “abandono” de la
energía nuclear por parte de Alemania (en realidad no es tal porque
se basa en poder seguir importando energía de países con gran parte de
su producción nuclear) se debe a cuestiones puramente económicas
con un total desprecio por el medio ambiente. Siemens, la principal
fabricante de plantas nucleares de Alemania (sí, la misma de las
coimas por el DNI argentino y el uso de trabajo forzado en
Auschwitz), descubrió que ya no es más competitiva en el mercado
global de la energía nuclear (las empresas chinas las hacen mejores
y más baratas) y, usando vaya a saber qué métodos, convenció al
gobierno alemán que use trillones de euros del Estado en reconvertir
la matriz energética alemana a eólica, energía en la cual ahora,
casualmente, Siemens se especializa. Al gobierno alemán, dejando de
lado cualquier potencial “ayuda” por parte de Siemens, el cambio
le viene muy bien. Siendo uno de los principales tenedores de todo
tipo de fondos del mundo y con presiones crecientes por inmigración,
para evitar el surgimiento de extremismos como en el pasado, la
reconversión le permite un gran programa tipo keynesiano de
inyección de sumas enormes en su economía y garantizar un crecimiento económico sostenido,
en Alemania, aún con un gran costo ecológico, que no tendría con
la opción nuclear. Pero por suerte no somos Alemania.
A no confundirse, Alemania es un gran país y Berlin sigue siendo el lugar cool para ir en
Europa y Barbie Deinhoff's es el bar para tomarse algo en estos días
(porque es recool y porque su dueño es dragqueen, lo que le enviaría
un mensaje a los amigos del otro lado del Atlántico que han decido
no respetar los derechos civiles de la comunidad LGBT), pero tiene una realidad cultural e histórica, por suerte en algunos aspectos, muy distinta a la nuestra y, en lo
que a energía nuclear se refiere, menos mal que no somos Alemania.
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